Es 1916, el estudio Vitagraph de Nueva York había contratado a Emil Vester para dar una atmósfera auténtica a un melodrama de espías que transcurría en aquel país y titulado Mi mujer Oficial -My official wife-. Blackton, el productor, y según cuenta Jay Leda en su Historia del cine ruso y soviético, decidió no sólo contar con las estrellas Clara Kimball Young y Earle Williams, sino realizar una superproducción con vestidos traídos desde Moscú y rusos verdaderos con sus imponentes barbas.
Entre otras propiedades de ambientación, Vester solicitó algunos nihilistas y preparó su reparto en un café de la Segunda Avenida. Llevó al estudio algunos admirables tipos de nihilistas que cobraban cinco dólares por día para mirar en forma torva en un lugar de reunión subterráneo.
Vester dijo que uno de ellos era León Trotski, cuyo nombre americano: Bronstein, aparecía en el registro del estudio como Brown. Este trabajo debería haber sido una forma no desagradable de aumentar su escaso salario del periódico Ruuski Golos, y se dice que halló tiempo suficiente para interpretar el mismo papel de nuevo en la Vitagrph antes de volver a Rusia. "Me dio tiempo a conocer el ritmo general de vida de esa cosa monstruosa a que llamamos Nueva York. Volví a Europa con la sensación del hombre que sólo ha podido echar una ojeada a la fragua en que se está forjando el destino de la humanidad", contaba Trotsky en su autobiografía.
"Nuev York, la capital fabulosamente prosaica del automatismo capitalista, en cuyas calles reina la teoría estética del cubismo y en cuyos corazones se entroniza la filosofía moral del dólar. Nueva York me impone como la expresión más perfecta del espíritu contemporáneo".
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