Igor Stravinski. Tango
For Piano.
Por
la mañana, obstinados todavía en la duermevela que el chirrido horripilante del
despertador no alcanzaba a cambiarles por la filosa vigilia, se contaban
fielmente los sueños de la noche. Cabeza contra cabeza, acariciándose,
confundiendo las piernas y las manos, se esforzaban por traducir con palabras
del mundo de fuera todo lo que habían vivido en las horas de tiniebla.
No
tenía ninguna fe en que ocurriera lo que deseaba, y sabía que sin fe no
ocurriría. Sabía que sin fe no ocurre nada de lo que debería ocurrir, y con fe
casi siempre tampoco.
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