lunes, 25 de octubre de 2010

Goodbye Lenin. WOLFGANG BECKER, Alemania 2003

Esos carteles de Coca-cola, esos extraños comportamientos de sus hijos y sus amigos, ese novedoso sabor que tienen los pepinillos… Que la madre algo se huele es evidente; qué le vamos a hacer; pero a estas alturas la función debe continuar.


Un jovencísimo e imberbe presentador (“estas nuevas generaciones de patriotas qué bien preparadas vienen”, piensa ella) da la noticia: el recién nombrado Presidente de la República, antiguo cosmonauta, camarada de pies a cabeza, héroe nacional, anuncia la gran decisión (“sí que han cambiado las cosas desde que entré en coma”, recapacita la madre; “¡si tu supieras!”, podría haber replicado el hijo): un estado socialista no puede hacer oídos sordos a las demandas de asilo y acogida que a diario la RDA recibe por miles de desesperados ciudadanos occidentales. Por justicia social, por humanidad, es necesario derribar el muro y permitir la entrada a la parte oriental de toda esa ciudadanía del oeste hastiada de tanto sufrir un sistema económico y social asentado sobre el fomento del egoísmo, de la búsqueda de competitividad y del individualismo, basado en la explotación del hombre por el hombre, en la búsqueda de beneficios a corto plazo y en el consumismo irresponsable. Esa pobre gente, harta del ritmo lacerante de occidente, que busca con ansia un Estado interesado con sinceridad en el ser humano y en sus derechos universales, un país que trate por igual a unos y otros, que proporcione las mismas oportunidades, que se responsabilice de sus ciudadanos; que cumpla la máxima de que “cada uno por sus capacidades y a cada por sus necesidades”.


Ella mira, tras escuchar la noticia, con un orgullo indescriptible a su hijo (Daniel Brühl) mientras éste, solemne, disimula. Sonríe, esto merece ser creído. No hay cribas ni Stasis, no hay depresiones económicas ni falta de esperanza de bienestar y prosperidad, no hay estancamiento social ni mucho menos persecuciones ni delaciones entre vecinos y amigos, no hay desabastecimiento, claro que no, y los servicios públicos se prestan con una eficiencia envidiable, no hay errores en los planes quinquenales ni presupuestos militares desproporcionados, no hay cárceles ni torturas, no hay burocratización kafkiana ni trato deshumanizado ni tanques ni propaganda ni miedo; no hay miedo, no hay tristeza, no hay un color gris que todo lo cubre; ¡no!, ¿no lo habéis escuchado? Lo dice la tele; la revolución, por fin, por una vez, ha triunfado… Ya puedo morir tranquila.

LA ESCENA DAGUERROTIPO


Tras nueve meses en coma y varios más de recuperación sin salir de su habitación, la inquebrantable y fiel camarada decide abandonar la cama y aventurarse a la calle mientras su hijo duerme. Yann Tiersen de fondo cogiendo tono, in crescendo.



En la calle se cruza con unos jóvenes occidentales que se mudan a su edificio; sus ropas, los muebles coloristas y de diseño puramente "Ikea", sus iconos católicos, les delatan. Todo a su alrededor es extraño: Mercedes, BMWs, Carteles de multinacionales, de lencería o de Coca-Cola. ¿Qué está ocurriendo?


Un helicóptero se le acerca surcando el cielo, sus aspas sirven de ritmo para Yan Tiersen. El aparato lleva algo colgando sujeto por un gran arnés. Ella duda, no es posible: es una estatua de Lenin; como el Cristo de Fellini en La Dolce Vita, como el despiece de la estatua del gran líder soviético en La mirada de Ulises, como la gran mano que ese mismo director, Theo Angelopoulos, hace volar en Paisaje en la niebla.


La estatua se acerca, se trata de un Lenin amistoso que tiende su mano, casi suplicante, ofreciéndose antes de su destierro definitivo, reclamando ayuda a la vieja camarada para juntos recuperar la verdad del sistema de planificación central.

DÓNDE

http://www.gratispeliculas.org/descargar/good-bye-lenin-subtitulada-2-links-rs-rmvb/
o
ftp://193.233.43.49/OUT/Good%20bye%2c%20Lenin/Good%20bye,%20Lenin!.avi


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