martes, 6 de septiembre de 2011

Memorias del subdesarrollo (2/2). TOMÁS GUTIÉRREZ ALEA. Cuba, 1968


La estructura del film no llegó a estar del todo cerrada durante la escritura del guión, sino que su envolvente mezcla de ficción y material de archivo fue desarrollándose y puliéndose principalmente en la sala de montaje junto a Nelson Rodríguez (editor de las más grandes cintas de la cinematografía cubana); montador intuitivo que introdujo incisivamente, entre otros muchos aciertos, su visión personal de influencia europea con los cortes godardianos y los saltos de raccord de continuidad en las escenas de Sergio en su apartamento.

El resultado es una película de estructura narrativa episódica y fácilmente definible pero experimentalmente sobrescrita con imágenes de archivo, noticiarios, tomas robadas por las calles de La Habana con cámara oculta –a lo Jean Vigo en "A propósito de Niza", discursos políticos reales, fotografías o escenas de otras películas; lo que le proporciona al film una extraña forma mixta de realidad y ficción, obligando al protagonista, ser puramente dramatizado: "personaje", a insertarse en la realidad histórica, en la Habana real de 1962; tal y como si un personaje caminara de incógnito dentro de un documental. Y es el choque de la visión objetiva social e histórica contra la subjetiva de Sergio lo configura toda la trama y define el conflicto del personaje.


Un collage que mana del neorrealismo italiano, la nouvelle vague y, al mismo tiempo, del cine de soledad y desesperanza de Antonioni, en el que el montaje vivísimo y de una agilidad rotunda de Nelson Rodríguez cobra una importancia central en la consideración de la película como un "todo", gracias a sus procedimientos narrativos experimentales y novedosos, la introducción de audios televisivos alegóricos (como aquél que se superpone con el recuerdo de las discusiones pasadas del personaje con su exmujer mientras éste se desespera en la soledad en su apartamento), la inclusión de imágenes de noticiarios, de films de Brigitte Bardot o guiños a Bergman.

A la hora de definir “Memorias del subdesarrollo” a nivel formal podríamos recurrir a terminos como: collage de imágenes o ficción documentada con recursos de metacine. Porque los juegos de metacine se desarrollan continuamente en el film, por ejemplo cuando el propio Gutiérrez Alea aparece por los pasillos del ICAIC dialogando con Sergio, el protagonista, sobre las imágenes censuradas durante el periodo anterior a la Revolución, mientras se introduce argumentalmente en la trama al realizar una prueba de actriz/cantante al nuevo ligue de su amigo. Alea, al despedirse de Sergio, y en evidente e irónica declaración de principios reconoce que “pensamos utilizar todas esas imágenes en una película; será como un collage”.


Fragmentación discursiva, experimentación audiovisual y proyecto político; novedad en la expresión fílmica para permitir acceder a universos de imaginados por Freud, Nietzsche, Marx o Sastre. Cada escena documental incluida añade no sólo carga emocional sino que incide en la incertidumbre y desesperación del personaje central, como si de aproximaciones objetivas/subjetivas a la realidad se tratase, aumentando el reflejo de su estado de ánimo, de su pensamiento, de sus recuerdos, de su conciencia, e incrementando, como reconoce el propio Alea, “el ámbito de relaciones en que transcurren los sucesivos momentos del protagonista”.


ESCENA DAGUERROTIPO:

Y el metacine lúcido se sucede, como en la brillantísima escena en la que Edmundo Desnoes, autor de la novela en la que está basado el film y ayudante en la realización del guión, participa como ponente en una mesa redonda titulada “literatura y subdesarrollo”. En esas imágenes reales, de un coloquio verídico, se mueve Sergio, como un fantasma de ficción dentro de la realidad, al igual que previamente ha hecho por la casa en la que residió Hemigway junto a su “criado fiel” que les brinda un tour turístico, escuchando a Desnoes, a su creador literario, aguantando con desidia y menosprecio sus opiniones sobre la cultura en los países subdesarrollados, la influencia de los estados imperialistas y la superación de la discriminación racial gracias a la Revolución (mientras paradójicamente un camarero negro sirve agua a los ponentes blancos). En ese contexto, Alea, en boca de Sergio proclama: “¿Y tú, Eddy, qué haces allá arriba con ese tabaco? Debes sentirte muy importante porque aquí no tienes mucha competencia. Fuera de Cuba no serías nadie… aquí en cambio estás colocado. ¡Quién te ha visto y quién te ve, Edmundo Desnoes!".


Los ecos de “Memorias del subdesarrollo”, elegida mejor película Iberoamericana de todos los tiempos por la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográficca con colaboración de la Fipresci, siguen resonando hoy día, como lo siguen haciendo esas palabras tatuadas por su protagonista en el cielo degradado e inamovible de la Habana: “Aquí nada ha cambiado, todo sigue igual”; proclama que da más actualidad a la película hoy que la que tuvo, incluso, en el momento de su estreno.

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