Schoenberg. Noche transfigurada, Op. 4. Molto
rallentando
…una
delegación de enfermos había despedido a los salientes con gritos de: “¡Se
murió el perro, se murió el perro!”, lo que no les había impedido presentar una
carta con cinco firmas a Ferraguto, reclamando chocolate, el diario de la tarde
y la muerte del perro.
Sin
experiencia, sin verdaderas ganas, sin nada: el hombre era verdaderamente el
animal que se acostumbra hasta a no estar acostumbrado.
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