lunes, 11 de abril de 2011

Môjû (Blind Beast/La bestia ciega). YASUZO MASUMURA. Japón, 1969.


Un artista ciego, un demente, obsesionado con conseguir un nuevo arte táctil, con esculpir el cuerpo femenino hasta su sublimación material para poder así conseguir que sea disfrutado por contacto físico por los invidentes -con las yemas de las manos, con la piel, con la lengua, con todo el cuerpo-, a quienes la plasticidad y estética del arte ortodoxo, y la ajenidad que éste propone respecto al resto de los sentidos que no sean la vista, les resulta impropios.


Una madre castrante, freudiana, hitchcockiana, anuladora. Un monstruo absorbente que sigue comportándose con su hijo” minusválido” como si tuviera diez años,  que lo cuida y lo mima, que quisiera mantenerlo durante toda su vida bajo su manto manumisor y lacerante, bajo sus faldas de grilletes; una madre que permite los caprichos artísticos de su hijo con el fin de limitar sus movimientos y hacerse más necesaria aún para él.

Una famosa modelo de fotografía erótica en la cima de su éxito, un mito, una musa, la perfección escultórica a manos del artista; el icono de seducción y sensualidad. Un objeto.
Sólo tres personajes, para qué más.


El artista ciego, gracias a su pericia con las manos, se hace pasar por masajista  para secuestrar a la chica de portada, a quien le pide ser su modelo para la gran obra que prepara: la primera gran obra táctil de historia, la escultura que abola la dictadura del sentido de la vista en el arte, una obra abrazable, acariciable, lamible, casi fornicable.


La modelo se niega, violentada, asustada; quedando encerrada en el estudio del escultor, una enorme nave industrial cuyas paredes se revisten de órganos relacionados con los sentidos y el erotismo, y en cuyo centro reposa dos enormes cuerpos de mujer desnudos.
Michio, el escultor, ha pasado toda su vida esculpiendo cuerpos femeninos, buscando en sus modelos los rincones más oscuros y ocultos de la feminidad para poder plasmarlos en sus bocetos escultóricos; toda la vida tratando de materializar el erotismo del cuerpo de la mujer en una obra táctil. Por ello, no puede dejar escapar el cuerpo perfecto, el modelo sobre el que basar su más ambiciosa y trascendente obra.


Tras constatar la locura del escultor, Aki, la modelo, decide colaborar, pese al recelo y las reticencias, tras la promesa de que una vez finalizada la obra será liberada. El escultor la soba, la palpa, la acaricia en pleno éxtasis con el objeto de captar a través de su piel la totalidad de detalles de su cuerpo y así poder reproducirlos en su obra.

Aki siente inicialmente una aversión repugnante por el escultor y su magreo, si bien, con el paso el tiempo, la sensualidad que transmiten las manos del escultor y el erotismo hasta entonces reprimido por la modelo estallan, cayendo ambos en una espiral masoquista y antropófaga de deseo, placer y dolor, por la que trágica y triangularmente también se pasean la madre y sus celos.


Yasuzo Masumura, azote de las tradiciones anuladoras y la cultura jerarquizada y sexista japonesa, descubridor de nuevos modelos cinematográficos durante los años 60 en Japón, fundador del nuevo cine nipón, irrumpe con un film de estática onírica, surrealista y deslumbrante, que destaca por su argumento psicoanalítico, simbólico y transgresor, dividido en dos partes claramente diferenciadas narrativamente: la primera más ortodoxa y teatral, vertebrada en torno a los enfáticos diálogos entre los personajes;  y una segunda gestual, desatada y esteticista, con toques de serie B, en la que los personajes acaban por caer en el má profundo de los abismos de pasión, deseo y destrucción.

El director se regodea en su principal obsesión, la de radiografiar las miserias de una sociedad de roles masculinos y femeninos claramente establecidos, en el que la dominación del hombre es manifiesta y la personalidad de la mujer anulada -como ocurre en tantas otras películas de Masumura-, tanto que, de manera similar a lo expuesto en la magistral “Red angel (El ángel rojo)” de 1966, el personaje femenino, una marioneta en manos del peso de la losa tradicional, incluso medieval, acaba finalmente por entregarse al hombre sólo tras ser violada, revocada en su personalidad, en una suerte de sacrificio aderezado de síndrome de Estocolmo y “venganza divina de macho” por el pretérito rol de seductora e icono erótico que había asumido.


Porque Blind Beast mana de “El coleccionista” o el “Imperio de los sentidos”, del cine de Seijun Suzuki y del de Tai Kato, de la reinterpretación de la novela editada en serie periodística durante el periodo de entreguerras por el escritor Edogawa Rampo, de… pero especialmente de “Los pájaros” y del mito de “Edipo”.


La ruptura final en el equilibrio entre Eros y Thanatos, la espiral de destrucción/placer en la que acaban por encontrarse los personajes, la perversión parafílica extrema, el deseo sadomasoquista, el sacrificio último y la sublimación del clímax; sin olvidarnos de la relación edípica entre hijo y madre y la determinante destrucción de dicho nexo tras la aparición del “súcubo”, del deseo… Eso, y una estética desbordante, es “Blind Beast (La bestia ciega)”.

LA ESCENA DAGUERROTIPO:

Ella despierta, no sabe dónde se encuentra. Frente a ella aquel extraño masajista ciego, ¿cómo ha llegado hasta ese extraño lugar de penumbra? ¿Qué está ocurriendo?


El artista ciego encienda la luces. Frente a los ojos de ella se abre el fetichista y obsesivo  estudio del escultor. Se sabe perdida.


DÓNDE:
http://www.asiatorrents.com/index.php?page=torrent-details&id=44be18fd51b0b91da20880f56b4ab6f30b2b9d38
o
http://www.filestube.com/m/masumura+blind+beast

2 comentarios:

  1. me gusta el cambio de cabecera. y además ya vemos de dónde viene la inspiración :)

    ResponderEliminar
  2. Todo Fukushima tiene un germen...

    ResponderEliminar