viernes, 27 de abril de 2012

Contra/acciones I. Cortázar vs Brigitte Bardot a ojos de París

Imaginate solamente que estamos en un cine de barrio a las diez de la noche, la familia fue a ver a Brigitte Bardot prohibida menores dieciocho años -ESQUIMAUX GERVAIS DEMANDEZ LES ESQUIMAUX GERVAIS DEMANDEZ LES ESQUIMAUX- la familia y otra familia y todas las familias después de un santo día de noble trabajo, noble y santo, sí señor, el trabajo dignifica, tu papá empezó a los quince años, aprendan haraganes, tu madre

tu madre es una pu                                           rísima señora
que tiene la con                                                 ciencia
llena de pen                                                       samientos

y tía Hilaria tan sacrificada y el abuelito Víctor con sus piernas, él que sostenía a toda una familia repartiendo carbón de las siete a las siete, el barrio, ese magma asqueroso de París, esa mezcla de fuerza y basura moral, eso que no es el pueblo aunque vaya a saber lo que es el pueblo pero ahora el barrio, las familias en el cine, los que votaron por Pompidou porque ya no podían seguir votando por De Gaulle


 —Un momento —dice Andrés—, qué es eso del pueblo y la familia, o la familia que no es el  pueblo, o el barrio que como es las familias no es el pueblo, no jodas, che.
 —No te das cuenta —dice Marcos— que estoy tratando de hacerte un tachismo o manchismo instantáneo de la atmósfera del cine Cambronne, por ejemplo, o del Saint-Lambert, esas salas contagiadas por medio siglo de puerros y ropa sudada, esos santuarios donde Brigitte Bardot se baja el slip para que la sala le vea justo lo que el artículo 465 permite por una fracción de tiempo fijada por el artículo 467, y que toda contestación tiene que empezar por la base si va a servir para alguna cosa, en mayo fue la calle o la Sorbona o Renault pero ahora los compañeros se han dado cuenta de que hay que contestar como quien cambia de guardia entre el cuarto y el quinto round y entonces el contendiente se manifiesta desconcertado, dice el cronista. 


Y entonces justo cuando la Brigitte comienza a convertir la pantalla en uno de los momentos estelares de la humanidad, o más bien en dos y qué dos, che, eso no se impugna ni contesta de ninguna manera pero desgraciadamente hay que aprovechar el estado de rapto, de arrobo si me seguís, para que el anticlimax sea más positivo, en ese momento justo Patricio se levanta y produce un espantoso alarido que dura y dura y dura y qué pasa, luces, hay un loco, llamen a la policía, es un epiléptico, está en la fila doce, un extranjero, seguro que es un negro, dónde está, yo creo que era ése pero como se sentó de nuevo a lo mejor, sí, no ve que tiene el pelo enrulado, un argelino, y usted por qué se puso a gritar.

—¿Yo? —dijo Patricio.

 —Sí, usted —dijo la acomodadora bajando la linterna porque ya el público más alejado se perdía en los espacios intercostales de Bardot desnuda y nada alterada por lo ocurrido, y los espectadores contiguos al lugar y al causante del hecho luchaban con una comprensible indecisión entre seguir la protesta por el escandaloso proceder del forajido o no perderse ni un centímetro de esos sedosos muslos semientornados en una cama de hotel de lujo en la floresta de Rambouillet adonde un tal Thomas se la había llevado con objeto de hacerla suya antes de la hora del menú gastronómico siempre previsto en esa clase de aventuras de los ricos, por todo lo cual la linterna de la acomodadora empezaba a escorchar a todo el mundo sin contar a Patricio, y la acomodadora la bajaba lo más posible y el haz de luz se aplastaba en plena bragueta de Patricio que parecía encontrar la cosa de lo más natural, como lo prueba que

 —A veces me pasa —dijo Patricio.


 —¿Cómo que le pasa?
SHSHH!!!
 —Quiero decir que no me puedo contener, es algo que me viene así y entonces.
(ah ma chérie ma chérie)
 —Entonces haga el favor de salir de la sala.
SHHH!!!!!
 —Ah merde —dijo la acomodadora—. primero me llaman y ahora resulta que no me dejan intervenir, esto no va a quedar así, ah no, qué se piensan, lo único que faltaba
(J'ai faim, Thomas)
 —¿Por qué voy a salir del cine? —dijo Patricio en voz muy baja y sin molestar a nadie fuera de la acomodadora pero esto último en una proporción geométrica convulsiva—. Es como un hipo, solamente que más fuerte.
 —LA PAIX!
—A POIL!
 —¿Un hipo? —bramó la acomodadora apagando la linterna—. Espere a que llame a la policía y vamos a ver qué clase de hipo, ça alors.
SHH!!!!
 —Haga lo que quiera —dijo Patricio ssiempreenunsssusssurrrro— pero no es culpa mía, tengo un certificado.




LIBRO DE MANUEL. Julio Cortázar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario