(...) sin moverse de sus asientos soltaron el alarido y no hubo
nada que hacer, un tipo le quiso pegar a Gómez aunque después se disculpó
diciendo que había querido cortarle el ataque con uno de esos bifes de ida y
vuelta recomendados en los libros de psiquiatría cuando la papas queman y el
enfermo mental se ha metido varios pedazos de vidrio en la boca para
autocastigarse y de paso manchar la reputación del doc.
Imposible hacerles nada en
serio, che, sobre todo a Marcos que se había quedado muy quieto después del
alarido, y más de cuatro señoras que primero se habían puesto rojas para pasar
casi inmediatamente al color complementario que presagia las peores tormentas,
terminaron por convenir entre murmullos interfamiliares que el pobre muchacho
debía padecer de aunque cuando lo de Gómez ya nadie se tragaba
la morcilla y hubo conato de desplateización y revolteo hacia la calle, pero
las tinieblas protegen y también Bibi Anderson al fin desnuda, si se han
garpado ocho francos para ver eso no te lo vas a perder por culpa de un
plantado más o menos, salvo que (...)
LIBRO DE MANUEL. Julio Cortázar.
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