Erik Satie. Gymnopedie No 2.
La pobre entendía tan bien muchas
cosas que ignorábamos a fuerza de saberlas.
Lloraba como lloraba ella, con
toda la cara, horrible y maravillosa. Miraba mi cuadro y lloraba. No fui
bastante hombre para decirle que por la mañana yo también había llorado.
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