Julio Sosa. La gayola.
…y
hasta prefería que Horacio se arrimara a compartir unos mates, porque entonces
empezaban inmediatamente a jugar un juego cifrado que apenas comprendían pero
que había que jugar para que el tiempo pasara y los tres se sintieran dignos
los unos de los otros. También leían, porque de una juventud coincidentemente
socialista, y un poco teosófica por el lado de Traveler, los tres amaban cada
uno a su manera la lectura comentada, las polémicas por el gusto
hispanoargentino de querer convencer y no aceptar jamás la opinión contraria, y
las posibilidades innegables de reírse como locos y sentirse por encima de la
humanidad doliente so pretexto de ayudarla a salir de su mierdosa situación
contemporánea.
Una
pasada, otra, Traveler en camiseta y pantalón de piyama silbaba prolongadamente
La gayola y después proclamaba a gritos:
<<¡Música, melancólico alimento para los que vivimos de amor!>>
Pugliese & Miguel Montero. Qué te pasa
Buenos Aires.
Mi
mano, ratita, está también marcada para las doce de la mañana. Entre tanto
vivamos y dejemos vivir.
Mirá,
no es que yo ande buscando que me caiga un refusilo en la cabeza, pero siento
que no debo defenderme con un pararrayos, que tengo que salir con la cabeza al
aire hasta que sean las doce de algún día.
Richard Wagner. Lohengrin; marcha nupcial.
…
parecería que cuando él se junta con nosotros hay paredes que se caen, montones
de cosas que se van al quinto demonio, y de golpe el cielo se pone
fabulosamente hermoso, las estrellas se meten en esa panera, uno podría
pelarlas y comérselas, ese pato es propiamente el cisne de Lohengrin, y detrás,
detrás...
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