Invierno porteño. Astor Piazzola.
Los
Traveler dormían mucho de día, no tanto por el cansancio del circo sino por un
principio de fiaca que Oliveira respetaba.
Aníbal Troilo/Edmundo Rivero. Sur.
…aunque
estuviera convencido de que a la Argentina había que agarrarla por el lado de
la vergüenza, buscarle el rubor escondido por un siglo de usurpaciones de todo
género como tan bien explicaban sus ensayistas, y para eso lo mejor era
demostrarle de alguna manera que no se la podía tomar en serio como pretendía.
Alberto Castillo. La canción de Buenos
Aires.
Fue
a buscar el diccionario de la Real Academia Española. En cuya tapa la palabra
Real había sido encarnizadamente destruida a golpes de gillete, lo abrió al
azar y preparó para Manú el siguiente juego en el cementerio…
Francisco Canaro. Cambalache.
Yo
realmente no sé qué vamos a hacer, este tablón empieza a pesar demasiado, ya
sabés que el peso es una cosa relativa. Cuando lo trajimos era livianísimo,
claro que no le daba el sol como ahora.
Sonny Rollins. The old devil moon.
"Pretender
que uno es el centro", pensó Oliveira, apoyándose más cómodamente en el
tablón. "Pero es incalculablemente idiota. Un centro tan ilusorio como lo
sería pretender la ubicuidad. No hay centro, hay una especie de confluencia
continua, de ondulación de la materia”.
Paul Whiteman. My blue heaven
-Las
ventanas son los ojos de la ciudad -dijo Traveler- y naturalmente deforman todo
lo que miran. Ahora estás en un punto de gran pureza, y quizá ves las cosas
como una paloma o un caballo que no saben que tienen ojos.
Oscar Peterson. She has gone
"Ya
me han juzgado", pensó Talita. "Ahora no tengo más que caerme y ellos
seguirán con el circo, con la vida."
Carlos Gardel. Cantar eterno
-Yo
no lloro -dijo Talita-. Casi nunca lloro, te juro. Lloran las gentes como
Gekrepten, que está subiendo por la escalera llena de paquetes. Yo soy como el
ave cisne, que canta cuando se muere -dijo Talita-. Estaba en un disco de
Gardel.
Los
dos saben hablar tan bien del café con leche y del mate, y uno acaba por darse
cuenta de que el café con leche y el mate, en realidad...
Franz Von Suppé. La carga de la caballería
ligera.
La
chica de los mandados se puso un dedo en la sien y lo hizo girar. Gekrepten
agarró el sombrero con las dos manos y entró en el zaguán. Los chicos se
pusieron en fila y empezaron a cantar, con música de "Caballería
ligera"
Lo corrieron de atrás, lo corrieron de atrás,
le metieron un
palo en el cúúúlo.
¡Pobre señor!¡Pobre señor!
No se lo pudo sacar. (Bis)
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