1.
Louis
Armstrong. Don´t play me cheap.
2.
Louis
Armstrong. Yellow dog blues.
Envuelto
en humo, Ronald largaba disco tras disco casi sin molestarse en averiguar las
preferencias ajenas, y de cuando en cuando Babs se levantaba del suelo y se
ponía también a hurgar en las pilas de viejos discos de 78, elegía cinco o seis
y los dejaba sobre la mesa al alcance de Ronald que se echaba hacia adelante y
acariciaba a Babs que se retorcía riendo y se sentaba en sus rodillas, apenas
un momento porque Ronald quería estar tranquilo para escuchar Don`t play me
cheap. Satchmo cantaba Don`t you play me cheap, Because
I look so meek; y Babs se retorcía en las rodillas de
Ronald, excitada por la manera de cantar de Satchmo, el tema era lo bastante
vulgar para permitirse libertades que Ronald no le hubiera consentido cuando
Satchmo cantaba Yellow Dog Blues.
Por
más que le gustara el jazz, Oliveira nunca entraría en el juego como Ronald,
para él sería bueno o malo, hot o cool, blanco o negro, antiguo o moderno,
Chicago o New Orleans, nunca el jazz, nunca eso que ahora eran Satchmo, Ronald
y Babs, Baby don`t you play me cheap because I look so meek, y después la llamarada de la trompeta, el falo amarillo rompiendo el
aire y gozando con avances y retrocesos y hacia el final tres notas
ascendentes, hipnóticamente de oro puro, una perfecta pausa donde todo el swing
del mundo palpitaba en un instante intolerable, y entonces la eyaculación de un
sobreagudo resbalando y cayendo como un cohete en la noche sexual, la mano de
Ronald acariciando el cuello de Babs y la crepitación de la púa mientras el
disco seguía girando y el silencio que había en toda música verdadera se
desarrimaba lentamente de las paredes, salía de debajo del diván, se despegaba
como labios o capullos.
-Ça
alors –dijo Etienne.
-Sí,
la gran época de Armstrong –dijo Ronald, examinando la pila de discos que había
elegido Babs-. Como el período del gigantismo en Picasso, si quieres. Ahora
están los dos hechos unos cerdos. Pensar que los médicos inventan curas de
rejuvenecimiento...
3.
Louis
Armstrong. Mahogany Hall Stomp.
Pensar
que Armstrong ha ido ahora por primera vez a Buenos Aires, no te podés imaginar
los miles de cretinos convencidos de que estaban escuchando algo del otro
mundo, y Satchmo con más trucos que un boxeador viejo, esquivando el bulto,
cansado y monetizado y sin importarle un pito lo que hace, pura rutina,
mientras algunos amigos que estimo y que hace veinte años se tapaban las orejas
si les ponías Mahogany Hall Stomp, ahora pagan qué sé yo cuántos mangos la
platea para oír esos refritos. Claro que mi país es puro refrito, hay que
decirlo con todo cariño.
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