Leemos en el relato Ciao, Verona de Julio Cortázar, texto inédito durante 30 años, finalmente incluido en Papeles inesperados y que complementa el relato, también de 1977, Las caras de la medalla:
"... finalmente éramos amigos y el pacto se cumplía, hablamos de Ingmar Bergman y ahí sí, creo, me dejé llevar por lo que tú hubieras apreciado infinitamente y en algún momento (es curioso cómo se me ha quedado en la memoria aunque Javier disimuló limpiamente algo que debía llegarle como una bofetada en plena cara) dije lo que pensaba de un actor norteamericano con el que habría de acostarse Liv Ullmann en no sé cuál de las películas de Bergman, y se me escapó y lo dije, sé que hice un gesto de asco y lo traté de bestia velluda, dije las palabras que describían al macho frente a la rubia transparencia de Liv Ullmann y cómo, cómo, dime cómo, Lamia, cómo podía ella dejarse montar por ese fauno untado de pelos, dime cómo era posible soportarlo, y Javier escuchó y un cigarrillo, sí, el recuento de otras películas de Bergman, La vergüenza, claro, y sobre todo El séptimo sello, la vuelta al diálogo ya sin pelos, el escollo mal salvado, yo iría a descansar un rato a mi pieza y nos encontraríamos para la última cena (ya está escrito, ya te habrás sonreído, dejémoslo así) antes de que él se fuera a la estación para su tren de las once."
Mireille, protagonista del relato, dialoga con Javier -segunda arista del triángulo- acerca de la filmografía de Ingmar Bergman. Al final de la carta, que a lo largo del relato se reproduce, que Mireille escribe a Lamia -tercera arista-, aquélla asocia la lástima y repugnancia que ella misma siente por Javier, con la que sintió al ver una película de Bergman en la que la nívea y pura Liv Ullman se entrega a un actor americano peludo y animalesco.
Repasando la filmografía de Bergman, todo parece indicar que Cortázar, a través de su personaje, se refiere a La Carcoma; película en la que la protagonista, aburrida de su vida conyugal monótona y poco estimulante, conoce a un arqueólogo americano con el que mantiene una relación pasional y casi destructiva. Si bien, en dicha película, el papel principal femenino no recae sobre Liv Ullman, sino sobre Bibi Andersson.
La presencia de Elliott Gould, más imposición productiva que necesidad argumental, resulta ser junto a la de David Carradine en "El huevo de la serpiente", la única incursión de un actor de nacionalidad americana en películas de Bergman hasta 1977 -fecha de escritura de Ciao, Verona-. A su vez, analizando las películas que Ullman había realizado con Bergman hasta la fecha: Persona, La hora del lobo, La vergüenza, Pasión, Gritos y susurros y Secretos de un matrimonio, ninguna de ellas parece adecuarse a los detalles expuestos por el personaje de Cortázar -personaje masculino velludo al que se entrega la protagonista-.
Liv Ullman, Harriet y Bibi Anderson, Ingrid Thulin... en todo caso, sufridoras bergmanianas...
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