Cuando el ejecutante se ha cansado de tocar sus dos o
tres notas, pasa a tocar las dos o tres siguientes, igualmente fáciles, y ya
hay otro u otros que a su vez están entrando en la primera serie; así cada ejecutante
recorre a su leal saber y entender una secuencia de treinta o cuarenta pequeños
núcleos melódicos, peto como cada uno entró cuando quiso y sólo cambia de tema
cuando le da la gana, el resultado es que a los diez minutos de empezada la
música hay ya muchísimos ejecutantes avanzando por cuenta y riesgo, y al cabo
de cuarenta minutos o algo así, ya no queda casi ninguno pues todos han ido llegando
a la última serie de notas y acaban por callarse.
El final es siempre lo más bonito pues resulta absolutamente imposible prever cómo va a terminar la ejecución, si será un violín o un bombo o una guitarra los que tocarán las últimas notas, sostenidos siempre por el piano que repite obstinadamente su pedalilo a manera de coagulante. Bueno, dice Gómez, pero eso tiene que ser un asco completo, chico, qué clase de mátete me estás combinando.
El final es siempre lo más bonito pues resulta absolutamente imposible prever cómo va a terminar la ejecución, si será un violín o un bombo o una guitarra los que tocarán las últimas notas, sostenidos siempre por el piano que repite obstinadamente su pedalilo a manera de coagulante. Bueno, dice Gómez, pero eso tiene que ser un asco completo, chico, qué clase de mátete me estás combinando.
Anda a saber, reconoce el que te dije, pero en todo caso vos podes juntar a treinta pibes, explicarles el mecanismo, y durante una hora harán una música del carajo; si extrapolas podrían invitar a todos los de Boca o de River a mandarse el Terry Riley un domingo de tarde, repartiéndoles unas quenitas y otras cornamusas fáciles y baratas; casi todo el mundo es capaz de leer las notas, sin contar que hay el sistema de cifras, de letras y otras simplificaciones.
Es completamente idiota, dice Gómez. Será idiota, dice el que te dije, pero
desde tu punto de vista revolucionario es una
música que se acerca más que ninguna otra al pueblo puesto que él puede
interpretarla, hay comunión y alegría y despatarro universal, se acabó lo de la
orquesta y el público, ahora es una misma cosa y parece que en los conciertos de
Riley la muchachada se divierte como loca. Pero eso no es arte,- dice Gómez. No
sé, consiente el que te dije, pero en todo caso es pueblo, y como muy bien dice
Mao, en fin, vos verás.
LIBRO DE MANUEL. Julio Cortázar
LIBRO DE MANUEL. Julio Cortázar
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