miércoles, 17 de noviembre de 2010

La caja de Pandora. YESIM USTAOGLU. Turquía, 2008

Todos necesitamos un refugio, parece querer decir Yesim Ustaoglu; un espacio, físico o no, por pequeño que sea, por insignificante, donde poder descansar tras la huida; ya sea éste una montaña mitificada, una ciudad enloquecida, una simple idea o el piso desconchado de un tío hippie. Todos los personajes de "La caja de Pandora" buscan desesperadamente este refugio, luchando contra sí mismos o contra las convenciones; y casi todos, salvo los que no tienen nada ya que perder, salen derrotados.

"La caja de Pandora" es un sencillo pero hipnótico film -como puede ser el retrato de toda familia; en apariencia insustancial pero en profundidad apasionante-; una desoladora y existencial reflexión sobre las relaciones familiares, la incomunicación intergeneracional, la vida, la enfermedad  y la muerte, construida sobre los escombros de la conflictiva relación mantenida entre tres hermanos y entre éstos y su madre enferma de Alzheimer.


La enfermedad de la madre, que la directora describe basándose en la historia real de un amigo, servirá de catalizadora para las emociones y pulsiones más soterradas de sus hijos: una hermana mayor obsesionada con el control y la responsabilidad y que ha fracasado, debido a su afán manipulador, tanto en su matrimonio como en la educación de su hijo adolescente -quien ha decidido abandonar la casa-, una hermana mediana de tendencias depresivas causadas por sus continuos fracasos sentimentales y por la sensación primaria de desatención por parte de su madre, y un hermano menor, outsider, hippie, que malvive abandonado del mundo en una casa en ruinas, y del que se avergüenzan sus hermanas pese a parecer ser el único en (sobre)vivir en función de cánones propios y no impuestos.


Los recelos entre los hermanos por hacerse cargo de la madre hacen trascender sus muchos asuntos pendientes, de ésos que o pueden permanecer latentes eternamente si no se los agita o explotar de forma catártica ante el mínimo elemento externo; sus resentimientos de infancia, sus fobias, sus prejuicios, sus traumas relacionados con el abandono transmitidos por sus padres, sus odios, sus envidias… que acaban por descomponer los escasos lazos familiares hasta entonces existentes. Y por encima de ellos levita esa madre, actuando, tanto en la enfermedad como en la lucidez, como una jueza implacable.  


La degeneración física y mental de la madre se trata con un respeto pausado y filial, casi poético, construido sobre una actuación portentosa, casi milagrosa, de la actriz francesa Tsilla Chelton (Concha de Plata en San Sebastián a la mejor actriz), que logra conferirle a su personaje una credibilidad abrumadora, tan palpable que pasaría por parecer documental.

Y es en este contexto, en el que se han roto los lazos y los contactos reales entre las generaciones inmediatas, donde surge las iluminada relación entre el nieto y la abuela; uno desamparado, mental y socialmente, tras abandonar su casa y la Universidad y comenzar a trapichear para conseguir algo de dinero, y la otra en pleno estertor vital, alejada de sus hijos y del entorno en que éstos se mueven, enfrentada a la ciudad, a esos estores que impiden ver los edificios que impiden ver la montaña a la que querría regresar con toda dignidad para morir.


ESCENA DAGUERROTIPO


Guzim, la hermana mediana, incómoda por tener que alojar a su madre, un estorbo, decide deshacerse de ella y llevarla junto a su hermano, a pesar de que éste vive okupando una casa destartalada, fría y húmeda, donde además resulta haberse refugiado su sobrino tras escapar de casa.


Abuela senil, hijo díscolo y nieto desorientado se ven unidos bajo el mismo techo desconchado sumidos involuntariamente en una situación que roza la desesperación. Los tres rechazados por su familia y por la sociedad. Los tres marginados. Los tres cómplices fortuitos.

“El olor del hachís le vendrá bien”, bromea el hijo menor mientras se enciende un canuto, “estimulará su mente”; concluye. Sobrino y tío fuman mientras escuchan los desvaríos de la abuela, sonríen, bromean a costa de la senilidad de ésta. Pero entre desatino y digresión, surge una lucidez abrupta, gélida, profética; hiriente.



DÓNDE


2 comentarios:

  1. ¿Así es esta película? ¿Tal cual la describes? Porque si es así no sé qué hago que no la estoy viendo

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