Nuestra historia sobre Quijotes imposibles debería comenzar en el año 1991. Por aquel entonces el exMonty Phyton Terry Gilliam acaba de recuperar, gracias al arrollador éxito de “El Rey pescador”, parte de un crédito que para productores y directivos había desparecido tras sus anteriores películas y en concreto tras el rotundo fracaso comercial de las “Aventuras del Barón Munchanssen”.
Este nuevo éxito le proporciona a Gilliam una repentina confianza en sus ideas, la suficiente como para recuperar proyectos años atrás barajados y nunca concretados. Entre tales proyectos Gilliam siempre había soñado con realizar una monumental y sublimada adaptación de la vida del Quijote desde su personal punto de vista delirante y fantástico.
Desde este momento Gilliam comienza a escribir el guión y a dibujar, plasmando hasta el último detalle, el prolijo story board de la película, que debería titularse “El hombre que mató a don Quijote”.
El espíritu fantasioso, apasionado e idealista de Gilliam, y el acercamiento que a la figura cervantina ya había realizado con películas anteriores, parecían convertirlo en el director idóneo para lograr moverse entre la realidad y la locura del personaje y construir el alucinado imaginario de éste.
Pero los problemas comienzan para Gilliam al tratar de conseguir la financiación necesaria para tal magna producción. Rechazado por las grandes majors de Hollywood por considerar las andanzas de Alonso Quijano poco afines al estilo de vida americano y por tanto de escaso interés para el público; el director se ve obligado a recurrir a pequeños productores europeos y a reducir, por falta de presupuesto, la inicial desmesura escenográfica con la que pretendía recrear el universo cervantino.
Mientras trata de conseguir el dinero necesario como para afrontar con las mínimas garantías el proyecto, Gilliam dirige un remake hinchado del clásico de Chris Marker “La jetee”, que titulará “12 monos”. Durante el rodaje de la película, y con la intención de cubrirse las espaldas frente a los escépticos productores, el director contrata a dos jóvenes estudiantes de cine para que con total libertad rueden un making off con forma de diario sobre su labor de dirección.
La reputación de Gilliam gana enteros no solo por el éxito de la película sino por la imagen de comprometido profesional que transmite en el documental sobre el rodaje. Por lo que pese a la polémica de “Miedo y asco en Las Vegas”, Gilliam, en 2001, por fin, consigue la financiación necesaria para rodar su Quijote.
Previendo posibles contratiempos, dado lo ajustado del presupuesto, Gilliam decide contratar de nuevo a Fulton y Pepe, aquellos mismos jóvenes directores que ya habían realizado el making off de “12 monos”, para que por segunda vez realicen un diario de rodaje del film.
Curiosamente las imágenes de este documental se convertirían en el único registro existente sobre el proyecto de Gilliam, ya que la película, y tras únicamente 6 días de rodaje, quedaría definitivamente abandonada.
“Lost in La Mancha”, el acertadísimo título con el que se bautizó al documental, resulta ser una cruda clase magistral sobre producción cinematográfica, en la que se comprueba cómo la tiranía de los productores y las aseguradoras, una negligente labor de producción ejecutiva y varias contrariedades de fuerza mayor provocan el definitivo abandono del proyecto.
Primero un temporal en el parque Natural de las Bárdenas donde se han localizado la mayoría de exteriores y que hace suspender el rodaje, detroza los decorados y modifica por completo las condiciones de raccord.
Más tarde imprevistos con los animales, dificultades de agenda con los actores principales o aviones que surcan continuamente el cielo al localizar el campamento junto a una base militar.
Y por último una doble hernia discal sufrida por Jean Rochefort, el actor principal que ha de dar vida a Don Quijote, y que le impide montar a su Rocinante. Demasiados imprevistos para una producción ajustadísima de presupuesto.
Pero Gilliam no es el único director que fracasó a lo largo de la historia del cine en tratar de dar vida al caballero de la triste figura, ya que muchos años atrás el mismísimo Orson Welles se vio obligado a abandonar su Quijote tras sufrir otras muchas dificultades, no menos penosas que las de Gilliam.
Aquel proyecto de Quijote que durante más de 30 años se mantuvo vivo en la cabeza de Welles, nació en 1952, cuando el director recibió el encargo de realizar un especial de 30 minutos para tv sobre el personaje cervantino. Pero aquel proyecto inicial parecía demasiado descafeinado para la fantasiosa y genial mente de Welles, de ahí que inmediatamente planeara realizar una película sobre su admirado personaje.
El dinero para el especial sobre el Quijote se agotó apenas comenzado el rodaje por lo que desde entonces Welles se vería obligado a financiar la pelicula intermitentemente de su propio bolsillo, prolongando el proyecto, sin llegar a concluirlo nunca, durante tres décadas.
Utilizando celuloide de baja calidad, iluminación casi siempre insuficiente y contando con un reducidísmo equipo técnico y una entusiasta y fiel troupe de actores capitaneados por Francisco Regueira y el gran Akim Tamiroff, cada vez que conseguía dinero suficiente, Welles saltaba de México a Italia y de ahí a España, en función de la conveniencia económica, para, con el mismo apasionamiento que el de su personaje, rodar escena a escena, hasta fallecer en 1985, sin llegar jamás a editar una versión definitiva.
Un año después de fallecer el director el Festival de Cannes quiso rendirle un homenaje encargando al Director Costa-Gavras la realización de una versión libre a partir del incompleto material inédito obtenido de los herederos de la obra de Welles. El montaje del director griego recibió numerosas críticas al considerse poco fiel al espíritu de Welles, si bien no tantas como las recibidas años después por la versión realizada por Jess Franco; una adaptación tópicamente folclórica, irregular, errática y desequilibrada, que tanto horrorizó a la última esposa de Welles, Oja Kodar, que ésta logró impedir la distribución de film fuera de España.
En todo caso las imagines del montaje de Franco nos sirven al menos para descubrir algunas de las ideas que uno de los más grandes creadores de imagines de la historia del cine construyó para su frustrado Quijote.
Aquí el Circuncines sobre Quijotes imposibles:
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