domingo, 20 de marzo de 2011

Monográfico Daguerrotipo 5. Ladislaw Starewicz y el inicio del arte del "stop motion"


Hubo cine ruso antes de la Revolución, sí, aunque parezca mentira. Y si este cine presoviético existió es gracias al ímprobo trabajo de dos productores/directores, que en su afán de competir contra las grandes compañías europeas -Gaumont, Pathé, Cines o Film d’Art, que monopolizaban la exhibición de films en las salas cinematográficas moscovitas y de San Petersburgo durante los primeros años del siglo XX-, consiguieron rodar los primeros documentales y películas auténticas y exclusivamente rusas (de rusos, sobre rusos y para rusos), creando de esta manera un primer acervo de imágenes previo al posterior y rupturista cine revolucionario soviético.


Aleksandr Drankov y Aleksandr Janzhonkov se disputaron durante el periodo prerrevolucionario el cetro cinematográfico ruso; tal es así que si, dentro de la competición que entre ambos se estableció, uno lograba convencer a Tolstoi para rodar un documental sobre su vida, el otro decidía adaptar alguna de sus novelas; si uno recurría a Pushkin o Gogol el otro contraatacaba con Iván el Terrible o Boris Godunov; si uno viajaba a Siberia para documentar los confines del Imperio el otro lo hacía a Mongolia; si uno consiguió realizar las primeras películas puramente artísticas del cine ruso (“Stenka Razin” en 1908 o “La defensa de Sebastopol” en 1911) el otro explotó el talento del principal director de la época, Evgenii Bauer.

En su afán de diferenciar sus producciones y ganarse el beneplácito del público, Janzhonkov llegó a contratar a ojeadores cuyo cometido consistía en recorrerse el ancho territorio del Imperio ruso en busca de personajes, demostraciones folclóricas o paisajes dignos de ser captados por el cinematógrafo.


Uno de los ayudantes de Janzhonov descubrió en un viaje a las regiones occidentales a un joven librero que durante tres años consecutivos y gracias a la originalidad de sus disfraces había conseguido el primer premio en el Concurso de máscaras de Vilna, en Polonia. Aquel creativo joven, quien vivía casi en una completa pobreza pese a las excelentes notas obtenidas en la escuela artística, resultó además ser entomólogo y poseer una colección única y numerosísima de mariposas e insectos disecados.

Janzhonkov, fascinado con aquel personaje genial y excéntrico le ofrece un trabajo en Moscú de ayudante en su productora cinematográfica; oferta que, Vladimir Starewicz, como así se llamaba el joven, aceptó de inmediato. 


Tras apenas unos meses en Moscú, Starewicz, y pese a carecer de cualquier formación previa cinematográfica, se familiariza de tal manera con el medio que comienza a realizar para Janzhonkov sus primeros trabajos de fotografía de ficción así como las que serían sus primeras incursiones en el mundo de la animación mediante la técnica de fotografía cuadro por cuadro. Y quién mejor para protagonizar sus films que su cuidada e impar colección de insectos antropomórficos, coleópteros, animales disecados y esqueletos de pájaros.

La técnica de stop motion, con la que se da vida a muñecos previamente modelados y articulados al modificar levemente sus posiciones de un fotograma al siguiente, no es original de Starewicz, ya que con anterioridad había sido utilizada tanto por Meliès y Emile Cohl en Francia, Segundo de Chomón en España o Blackton en Estados Unidos, si bien el cine de Starewicz se diferencia de toda la animación anterior, tanto clásica como por stop motion, gracias a su talento narrativo, su agudeza para humanizar los movimientos y sentimientos de los insectos protagonistas, su construcciones de decorados a medida, y su extrema paciencia para animar antropológicamente a sus personajes con un realismo casi imposible.


Pese a que Starewicz dirigió otros encargos documentales y de ficción dentro de la productora de Janzhonkov e incluso se atreviera con la animación convencional, desde su primera película en stop motion, “La hermosa Leukanida” de 1912, hasta aquellas que fueron su más célebres y significativas obras de su etapa rusa antes de emigrar a Francia, “La venganza del Cameraman” y “La navidad de los insectos”, el director comprendió que ésta, la técnica de animación cuadro por cuadro, era la mejor herramienta existente para canalizar su desbordada imaginación, su gusto por la escenografía, su imaginario infantil y fantástico, y su paródico sentido del humor.

La venganza del cámara, 1912

La Navidad de los insectos, 1913

Sus películas se convierten en sátiras melodramáticas burguesas y parodias de la alta sociedad imperial, diluidas a los atrofiados ojos de la aristocracia rusa al mostrarse mediante insectos y no humanos. A su vez, en sus films se descubren influencias de la tradición fabulista, desde La Fontaine a Esopo, o narrativa rusa (Pushkin, Chejov o Gogol, por ejemplo, de quienes adapta alguno de sus cuentos), así como del arte pictórico y caricaturista, y en concreto de los grabados de J.J. Grandville.


Influencias éstas que él mismo reconoce en declaraciones de principios como "El cuento ha existido desde siempre. Creado por el pueblo, el amor del niño le ha asegurado la vida. (...) Para mí, la opinión, el gusto y las preferencias del niño son preciosos porque son sinceros y auténticos".


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